lunes, 26 de octubre de 2009

¿Espiritualidad en la publicidad?

Leonardo Boff es un teólogo, conferencista, filósofo y escritor brasileño, y tiene una frase que tengo en el tapiz de escritorio de mi computadora:

“Quien tenga paciencia y obstinación para continuar creyendo en el sol, aunque haya sido tragado por la noche o aprisionado por la oscuridad, heredará una alegría y un deleite que son ya la anticipación de eso que llamamos cielo”.

A pesar de ser una personalidad alejada de la sección de producción de los medios de comunicación, cuando menos en la parte industrial, pues finalmente él es un comunicador que los utiliza en sus publicaciones y presentaciones, puedo decir que Boff se distingue de los demás involucrados, precisamente en la perspectiva que toma para plantear las ideas y enfoques relativos a sus disertaciones. Y si piensan que fue trabalenguas, allí les va un trestristestigres filosófico, con redundancia y dislexia, pues es justo allí, en la postura filosófica que tenemos (o no) de la profesión comunicacional, en cualquiera de sus múltiples disciplinas, en donde quisiera poner la mira de esta reflexión.

Creo que las personas que estamos relacionadas con la factoría de las ideas, en la línea de producción de los mensajes, sufrimos una deformación profesional más común de lo que nosotros mismos podríamos sospechar, y es que el que está bizco es el último en enterarse que las dos gemelas se llaman Claudita. El punto es que muchas veces, quienes manufacturamos los contenidos, los medios y los canales de la comunicación masiva carecemos de una perspectiva que nos permita llevar a cabo la noble tarea de hacer un guión, producir una fotografía, grabar una voz, editar una novela, generar un plan de medios, programar un website, animar un logo, etc. con un enfoque que por un lado nos permita (lo que conseguimos muchas veces) conducir a buen puerto (o cuando menos a una parada de taxis decente) una campaña publicitaria o cualquier otra misión relacionada con la profesión, sino que además, y por el otro lado, nos de la profundidad de realizarla con criterios que más allá de lo profesional, reflejen una postura ante la vida, aún cuando el objetivo de la campaña sea aumentar las ventas de arroz con leche de Doña Chonita. Podemos ser tan objetivos al trabajar, que nos olvidemos de que no somos objetos, ni nosotros, ni las demás personas para quien elaboramos un comercial, un programa o una campaña de marketing.
Me regreso un poco. En los ayeres tan melancoliados por nuestros padres, tíos y abuelitas, ser un rebelde y punto era casi, pero nunca tan malo, como ser un rebelde sin causa: “El muchacho no se corta el cabello ni bajo amenaza de excomunión, pero cuando menos se aprendió las canciones de Serrat, cree en algo”. Ahora parecería haber un mayor vacío, hay emos que no saben porqué, pero nadie los quiere (ha de ser porque ellos se quieren rete harto), hay darketos que oyen música de la Britni Espirs y partidos políticos ecologistas que promueven la pena de muerte.
El mundo parece estar de cabeza y quienes interpretamos la realidad para luego difundirla al más puro estilo de Marshall McLuhan, convirtiendo el medio en el mensaje, carecemos muchas veces de ésa perspectiva necesaria. Perspectiva que cualquier jefe de la tribu en las historias de indios y vaqueros, por más chafa que fuera, exudaba en forma de sabiduría, con pipa o sin ella y la comunicaba , aunque fuera con infinitivos, a los cara pálida. Ese es el enunciado que trato de expresar aquí, y compartir con usted, quien si ya llegó hasta este punto del texto, es que seguramente sabe cuando menos leer, le intriga el planteamiento tan misterioso del tema y/o le interesa saber la conclusión. Pues hace falta, además de tomar el curso de Diseño Web, Marketing, o el MBA, que comencemos a interesarnos en las ideas que pueden cambiar al mundo, más allá del terreno personal, e integrarlo holísticamente a nuestro universo profesional. Y no me refiero al reguetón, o a la tan llevada y traída corriente ecologista (está bien, separemos la basura y etcétera), o a la física cuántica y El Secreto (que ya le deberían cambiar el nombre, pues ya ni secreto es), sino a lo que nos puede llevar a reflexionar qué carambas estamos haciendo en este mundo, independientemente de, y sobre cualquier corriente de pensamiento, que a veces son de veras corrientes y ni siquiera son de pensadores de a de veras. Nada más hay que ver cuánto individuo toma la palabra, y sólo nos quitan el tiempo y a veces hasta la santa paz.


Creo que el día que comprendamos nuestro propósito en el mundo, podremos explorar terrenos que antes considerábamos inhóspitos en nosotros, como personas y como profesionistas. En otras palabras: Hay que interesarnos en el contenido de la cajita. Si no recuperamos nuestra conciencia acerca de la naturaleza que nos compone, corremos el riesgo de perder la oportunidad de ser seres humanos más completos, particularmente si hablamos de nuestra naturaleza espiritual. Además, más allá de matizar el discurso mencionando el tema espiritual, así como por encimita, actuar de fondo en conexión con ésa naturaleza verdaderamente nos puede conducir a vivir “inspirados”. El término casi siempre se relaciona con cuestiones creativas, y sí, eso puede ser, pero vivir inspirados es mucho más. Es estar conectados en el espíritu para tomar mejores decisiones, para tener relaciones más armónicas, para ejercer la profesión con mayor responsabilidad, para evitar todos los problemas que de entrada, provocaron la corrupción y la debacle de los ecosistemas, y luego inventar un movimiento ecologista, que ni siquiera hubiera sido necesario, si de entrada, no le hubiéramos dado en la torre al planeta. Vivir sabiendo que somos espirituales es práctico para encontrar las respuestas a las preguntas difíciles. Creo que en los próximos años, quienes se desarrollen en esa dirección, tendrán mejores oportunidades profesionales. De hecho, si la comunicación masiva tuviera un enfoque más espiritual, las identidades, desde las nacionales hasta las individuales, encontrarían más sentido a cada decisión diaria, desde la más pequeña hasta la más compleja. Pensar en espiritualidad para hacer una campaña de comunicación acerca de… de protección de inventario, por ejemplo, o del miércoles de papas y zanahorias, puede sonar un poco raro. Pero los contenidos con enfoque, no necesariamente obvian dicho enfoque. Así que también en el ámbito creativo, puede ser un reto hacer comunicación inspirada, sin que tenga que caer en el cliché, la fórmula agotada o el discurso demagógico. Finalmente, cada mensaje que nos llega, tiene una carga filosófica: poseer es bueno, delgado es bonito, nuevo es mejor, etc. Cuando un representante de recursos humanos en una empresa me dice: “queremos sensibilizar a los empleados acerca de la importancia de la productividad”, yo les digo: inspírelos. Muy independientemente de las ideas religiosas, en el espíritu de cada persona y de cada empresa, si se está consciente de una misión, y no solamente en términos tan limitados como la causa-efecto inmediata (si no lo haces te despido), sino en relación a la esencia de “para qué hacemos esto y porqué lo hacemos así”, la campaña de comunicación, y el impacto de ésta, resulta mejor. La comunicación que se haga profesionalmente debe expresar coherencia a un nivel integral (empresa/producto-persona/espíritu). Parece un modelo del universo: lo material- lo inmaterial, todo existe y coexiste.

¿Quién tendrá la visión para sumar en espíritu a su tarea profesional? ¿Puede haber espiritualidad en la publicidad mundial? ¿Podría siquiera haberla en los publicistas, para ser más humanos, mejores profesionistas? En un mundo donde lo material es preponderante, solo por ser más evidente que lo espiritual, es en efecto: difícil. Tal vez somos nosotros los encargados de los proyectos comunicacionales, quienes debemos atrevernos a tener un enfoque espiritual de la profesión. Para ello, tal vez nos sirva recordar a Leonardo Boff: “Quien tenga paciencia y obstinación para continuar creyendo en el sol, aunque haya sido tragado por la noche o aprisionado por la oscuridad, heredará una alegría y un deleite que son ya la anticipación de eso que llamamos cielo”.

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